Mientras los superhéroes bombardean las pantallas de cine la gran realidad es que no todos logran dejar su huella dentro de este subgénero, y la razón principal es que los responsables de estas producciones creen que mientras tengan grandes cantidades de efectos visuales pueden darse el lujo de tener una historia floja. Esto no es nada nuevo, sucede en todo género, pero en algunos salta a la vista más que otros, y es ahí donde algunos guionistas como Max Landis ven oportunidades y las toman.

Max Landis, hijo de John Landis (Werewolf in London), nos muestra a tres jóvenes estudiantes quienes realizan un extraño descubrimiento el cual accidentalmente hace que estos adquieran superpoderes. Lo que hace interesante esta historia es que los protagonistas son jóvenes normales en un mundo común y corriente donde no existen admirados héroes ni temidos villanos que les quieran dar un uniforme y hacerlos parte de su lucha. Todo lo contrario estos deben lidiar con sus vidas, familias y colegio mientras van aprendiendo a manejar sus extraordinarias habilidades.

Esta es una de las razones por las cuales se logra abrir una puerta que permite dar un vistazo muy intimo a la mente de estos jóvenes, pero lo que termina de sumergirnos en sus vidas es la efectiva dirección de Josh Trank, quien en su opera prima cuenta la historia con la tan de moda y muy mal utilizada técnica del “found footage”, pero que aquí deja en evidencia que el problema no es el formato sino como se lo utiliza para contar la historia, y estos cineastas saben explotar el elemento más importante del subgénero: los superpoderes. Lo que inicia como el típico protagonista que decide documentar cada segundo de su vida llevando siempre una cámara en mano es llevado a otro nivel cuando este aparato empieza a ser manipulado “telequinéticamente”, esto le dá una gran libertad al director para capturar todos los sucesos en ángulos que la técnica original no lo permite, al mismo tiempo que el relato se complementa efectivamente con material grabado por otras cámaras que se encontraban en medio de la acción.

Mientras los jóvenes documentan la evolución de sus poderes estos tratan de llevar una vida normal, pero así como unos gozan de popularidad y bienestar, otros tienen unas vidas un poco más turbulentas siendo víctimas de bravucones y hasta su propia familia, y es justamente esto lo que desata una serie de eventos que hacen que uno de los jóvenes empiece a acoger su lado oscuro mientras se va embriagando de poder. Los reprimidos deseos de venganza y toda la furia desatada dan paso a una impresionante transformación cuyos rasgos tienen una semejanza con violentos acontecimientos como el de la masacre de Columbine.

Lo que hace que sentir esta historia tan personal no solo es la cámara al pie de los protagonistas y sus vidas sino que se debe también a las sinceras actuaciones de Alex Russell, Michael B. Jordan y en especial de Dane Dehaan, quienes a lo largo de la película logran establecer un estrecho vínculo el cual cuando se ve amenazado causa mucha tensión, lo cual se extiende hacia el final en donde como no podía ser de otra forma se realiza un despliegue de los necesarios efectos visuales para ofrecer un digno enfrentamiento entre seres tan poderosos que van dejando una estela de total destrucción a su paso.

Hay que reconocer que el desenlace de la historia puede resultar evidente, pero esto no es nunca una preocupación ya que ‘Chronicle’ al final del día es una película de origen cuya importancia radica en su acertado desarrollo de personajes con el cual logran darle un gran giro al género gracias a que Landis y Trank pensaron fuera de la caja al plasmar una visión bastante original sobre la creación de los héroes y villanos. Sin duda esta increíble película es una de las grandes sorpresas del año, y un claro ejemplo de como hacer cine de calidad con menos recursos a lo que acostumbran películas similares.

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