La directora cuencana Tania Hermida presenta su nueva película En el nombre de la hija, que relata la historia de Manuela, una niña perdida en un laberinto de dogmas y verdades absolutas.
Dice la escritora española Rosa Montero en su libro La loca de la casa: “Los humanos somos, por encima de todo, novelistas, autores de una única novela en la que nos reservamos el papel protagonista. Es una escritura, eso sí, sin texto físico, pero cualquier narrador profesional sabe que se escribe, sobre todo, dentro de la cabeza. Es un runrún creativo que te acompaña mientras conduces, cuando paseas al perro, mientras estás en la cama intentando dormir. Uno escribe todo el rato”.
Y fue uno de esos “runrún creativos” que paseaba por la mente de la cineasta cuencana Tania Hermida el que dio vida a su nueva película, En el nombre de la hija.
La primera escena que escribió llegó a su mente –incluso– antes de su primer proyecto cinematográfico Qué tan lejos, pero tal imagen persistió en el tiempo y finalmente fue rescatada de una libreta de apuntes. “Es la escena cuando los niños entran a esta biblioteca que es como un galpón abandonado, llena de misterios y llena de un supuesto secreto que los niños no debían conocer”, recuerda Tania.
“Terminé de hacer Qué tan lejos; volví a mis apuntes y la escena que seguía dando vueltas. Eran unos niños que todavía no tenían nombres, no tenían identidad, apenas unos ciertos rasgos, pero trataban de explorar un mundo de sombras en donde hay algo que ellos no deben conocer. De pronto entra el abuelo y los echa porque ese mundo no es para ellos”, agrega la cineasta.
Pero la historia, aún debía esperar para salir a la luz. En el 2006, Tania estrenó la cinta Qué tan lejos y luego participó en la Asamblea Nacional Constituyente con el objetivo “de colocar los derechos culturales en el lugar que les corresponden en una Constitución del siglo XXI”.
Sin embargo, al terminar el proceso y una vez aprobada la Constitución en referéndum, Tania decidió volver a su oficio de cineasta. “En ese momento se instaló la Asamblea de transición y me di cuenta de que ya no debía estar allí, porque era un proceso de legislar y no tenía, ni tengo el afán de ser legisladora”, subraya.
En el 2009, Tania vuelve a su idea original y descubre el argumento de su película luego de ensayar varios borradores de su guion y dárselos a personas para recibir sus opiniones. Ese fue un ejercicio que le resultó muy importante para tener claro “el tronco de la historia”.
“Darme cuenta de que la película se trataba de cómo una niña enfrentada a unas verdades absolutas, puede tener alguna vía para descubrir su propia identidad. Porque bajo una verdad absoluta nadie tiene identidad. Mientras obedecemos, no tenemos nada que preguntarnos”, describe la cineasta. “¿Cómo una niña puede desarrollar su propia identidad, ser alguien para sí mismo en este universo de verdades absolutas?”, añade.
Arranca el proyecto
La historia relata la vida de Manuela (Eva Mayu Mecham), una niña de 9 años, cuyos padres –comunistas y ateos– la dejan, junto con su hermano Camilo (Markus Mecham), al cuidado de sus abuelos conservadores y católicos. Ella estará empeñada en defender las ideas de su padre y tendrá que enfrentarse a las convicciones de sus abuelos y primos. Pero un encuentro inesperado con el tío Felipe (Pancho Aguirre), quien vive oculto en la biblioteca, la ayudará a liberarse de sus ataduras y cambiará para siempre su relación con el lenguaje y las palabras.
Pero, ¿cómo fue el proceso de selección de los niños? Al no tratarse de actores y actrices profesionales, el casting se enfocó en encontrar niños que tuvieran en sí mismos rasgos de los personajes que interpretarían en la película.
“No es lo mismo trabajar con Anthony Hopkins a quien le puedes decir que sea Hannibal Lecter o un abuelito buena gente. Ellos no son actrices profesionales, no se les puede pedir un ejercicio de interpretación que los lleve más allá de sus propios códigos, algo que un actor profesional sí lo hace”, dice.
En el casting se congregaron más de 1.500 niños. De ellos seleccionaron a la protagonista, Manuela (Eva Mayu Mecham); Camilo (Markus Mecham), su hermano menor; y sus primos María Paz (Martina León), Emilio (Francisco Jaramillo), Andrés (Sebastián Hormachea), Juanita (Dianneris Díaz); y Pepe (Paúl Curillo), el hijo de la empleada de la casa. “Llegaron muchas niñas, muy talentosas pero que no tenían la personalidad de Manuela y sobre todo que también reflejaran la personalidad en su físico, porque hay una cosa en la mirada, en la gestualidad”, recalca Tania. “ Y con Paula Parrini, con quien siempre hacemos los castings, nos miramos y dijimos esta niña puede ser, y en el segundo casting dijimos esta niña es, porque incluso en la prueba ella demostró gran determinación y no nos equivocamos”, dice.
Los niños –también– son el medio por el que Tania introduce el humor en la cinta. En su caso, este recurso es necesario y vital porque le permite poner distancia con lo grave y terrible; y que la vida se pueda sobrellevar.
De esta forma determinó que María Paz sería el personaje que más escenas cómicas provocaría como mensajera entre Manuela y la abuela y por su propia inocencia.
“El humor tiene que ver con el lenguaje que normalmente da cuenta de la realidad y el humor surge cuando el lenguaje nos da cuenta de lo absurdo de la realidad”, señala. “De lo que nos podemos reír en esta película es justamente de cómo estos discursos únicos en la boca de unos niños rebelan su absurdo, lo absurdo de que esto es la verdad”, enfatiza.
Al igual que en Qué tan lejos, aparece en escena el actor Pancho Aguirre, esta vez interpretando al tío esquizofrénico que vive oculto en la biblioteca. “Cuando yo comencé a escribir me pareció que el tío tenía que ser él y es un personaje que surge del propio Pancho como actor.
Construimos el personaje juntos porque había que enlazar la parte psiquiátrica, ver qué cosas de un cuadro de esquizofrenia nos servían para el personaje”, detalla.
Aclara que nunca quiso idealizar la locura como una salida perfecta ante el enfrentamiento con dogmas y verdades. “Creo que es una salida trágica, dolorosa y lo que me servía a mí para esta historia específica es que la esquizofrenia se desarrolla en el entorno donde hay verdades absolutas”, explica.
“Es en ese entorno donde la persona no logra construir su propio yo porque de algún modo le está prohibido. Pero cuando no logramos eso sobrevienen estos estados de enajenación que no son románticos, son trágicos”.
Tania y su carrera
Ella también le debe su vocación de cineasta a una crisis personal que atravesó al salir del colegio. Confiesa que hasta los 18 años mantuvo una fuerte influencia de su padre y de su familia de médicos. Pensó que debía continuar con este legado y decidió estudiar Medicina en la Universidad Central en Quito. “No porque hubiera de parte de mi papá, ni de mi mamá una intención expresa de orientarme hacia la Medicina, pero mi papá es médico, mi abuelo es médico, mi tío es médico, entonces familia de médicos y yo solita me adjudiqué ese legado, como que yo tenía que continuar con esa herencia”, revela.
No obstante, al pasar de un colegio católico privado solo de niñas a una universidad laica y mixta descubrió que su vocación no era la Medicina y que su verdadero talento se enfocaba hacia el mundo de las artes y la literatura.
“Cuando tenía 18 años, fue el año en que yo hice esa crisis necesaria para definir cuál es el propio deseo, la propia vocación y decidir quién quiere ser uno y cómo quiere vivir”, dice.
“Hasta entonces yo tenía, quizás como Manuela, muchas certezas, muchas convicciones, pero necesitaba desarrollar una identidad propia, porque hasta ese momento yo era una fiel repetidora de lo que había aprendido de mi papá y de mi mamá que es valiosísimo, pero era necesario soltarme y empezar a tener voz propia. ¿Qué quiero yo? y no, ¿qué quieren de mí?”.
Entonces, comenzó a frecuentar la cinemateca y el mundo del séptimo arte, que nunca había sido parte importante de su vida, tomó fuerza en ella. Comenzó a explorar posibles lugares donde estudiar Cine y encontró la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños (Cuba), que estaba convocando a estudiantes para su segundo año de funcionamiento. Se presentó a las pruebas y se ganó una beca junto a otros tres estudiantes ecuatorianos.
“Eso me dio alas, porque era no solamente voy a dejar la Medicina, sino que voy a dejar la Medicina, voy a estudiar Cine y además tengo una beca. Así que no tengo permiso de nadie, no necesito el aval de nadie, porque es mi beca, yo me la gané y yo me voy”, recuerda entre risas. De esos 4 años que estuvo en Cuba resalta que a más de aprender una técnica para hacer películas, lo que se priorizaba era que cada estudiante desarrollara su propia mirada como autor, sin que esa mirada llegue a ser única.
¿La suya? Colocarse en los conflictos, por ingenuos que puedan ser, desde la mirada de otro tipo de personajes que no necesariamente están envueltos en una problemática social gravísima, pero que son parte del entorno y que tienen sus propios conflictos. Confiesa que tuvo dos razones para volver al país. La primera, que todas las historias que se le ocurren contar suceden en Ecuador y las montañas son personajes que no pueden faltar en sus películas. Y la segunda, que hacer cine independiente es difícil en cualquier parte del mundo.
Sin embargo, confía en que las películas pueden convertirse en un puente para conversar acerca de los asuntos que afectan a la sociedad.
“Es chévere sentir como directora que uno hace una propuesta y espera de parte del público una respuesta con un abanico de lecturas y me gustaría mucho que eso se genere”, expresa.
“Y no solo a partir de mi película, sino que el cine ecuatoriano abra esa posibilidad de diálogo entre regiones, entre generaciones, entre posturas políticas; un diálogo que esté más allá de la descalificación mutua y que sea la oportunidad de dialogar, de algo que tan humano como el conflicto de una niña entre dos grandes verdades”.
“De lo que nos podemos reír en esta película es justamente de cómo estos discursos únicos en la boca de unos niños revelan su absurdo, lo absurdo de que esto es la “verdad”.
Tania Hermida
“Me gustaría que el cine ecuatoriano abra ese diálogo entre regiones, generaciones y posturas políticas, un diálogo que esté más allá de la descalificación mutua”.
Tania Hermida
Via | La Revista (El Universo)
Publicado el 4 de Septiembre de 2011. Texto Diana León Alvarez, foto Victor Alvarez