Cuando Michael Bay estrenó en el 2007 la esperada película de ‘Transformers’, muchos de los que crecimos durante la década de los ochenta quedamos realmente sorprendidos al ver los juguetes de nuestra infancia cobrar vida de la forma más sorprendente posible. Esta indescriptible sensación permitió sin problemas desconectar el cerebro con el fin de entregarse a un verdadero espectáculo de verano al cual aún se le disculpa cualquier debilidad. Pero este efecto no logró permanecer durante la desastrosa segunda parte, secuela con la cual el director y el guionista Ehren Kruger abandonan toda lógica asegurando un rotundo fracaso.

Con los fanáticos y detractores igual de atentos al resultado de la tercera parte, el mencionado dúo regresa con la obligación moral de cerrar esto con bombos y platillos, algo que afortunadamente logran en muy buena medida. Para esto empiezan elaborando una trama que se mezcla con la historia de Estados Unidos y la carrera espacial de los años sesenta, donde las misiones a la Luna eran una exploración a una nave proveniente de Cybertron. Cuando los Autobots se enteran de esto ya es muy tarde y tendrán que armarse y luchar junto a los humanos en una batalla que decidirá el futuro del planeta.

El hecho de recurrir a hechos históricos crea una atmósfera interesante sobre la cual se empieza a desarrollar esta historia, la cual no será digna de reconocimientos, e inclusive aún pide desconectarse bastante, pero definitivamente sirve para darle sentido a toda la destrucción que está por venir. Para llegar a esto hay que pasar por una primera parte a la que le sobran algunos minutos, y en la que se continúa desarrollando la historia de Sam Witwicky, nuevamente intepretado por el acelerado Shia LaBeouf, quien ahora se ve acompañado por la modelo convertida en actriz, Rosie Huntington-Whitley, quien toma el lugar de Megan Fox realizando un mejor trabajo (algo que no es muy complicado). Mientras esto sucede otros personajes, nuevos y antiguos, empiezan a enredarse dentro de esta historia lo cual es ligeramente acosada por los fantasmas de la secuela, pero de manera inteligente estos malos elementos son minimizados, teniendo así menos tiempo de los padres de Sam y aunque eliminaron a los gemelos, hay dos robots pequeños, que no terminan haciendo daño a la historia en general.

El lado humano sigue siendo el eslabón débil en esta película, y es por esta razón que se puede ver a los graciosos, pero caricaturescos personajes de John Malcovich, Alan Tudik, Ken Jeong, Frances McDormand y John Turturro, en situaciones que aunque pueden hacer reír, realmente no terminan de cuadrar con el tono de los acontecimientos en el cual no debería haber espacio para la comedia. Todo esto contrasta con la interesante sub-trama entre Sam y Dylan, un nuevo personaje interpretado por Patrick Dempsey, en donde ambos dejan las bromas a un lado para tomar más en serio la grave situación que se viene una vez que aparece Sentinel Prime, con la acertada voz de Leonard Nimoy, revelando todo el peligro al que se enfrentarán.

Hasta este punto ya se han podido ver algunos sorprendentes enfrentamientos, pero una vez que se llega a la segunda parte todo empieza a tomar un rumbo diferente y no muestra más peleas, sino que ponen en marcha una feroz batalla en medio de las calles de Chicago, ciudad que sirve de escenario para que los Autobots y los amenazantes Decepticons desaten su potencial bélico destruyendo todo lo que se encuentra a su paso, inclusive a los mismos humanos que son eliminados como diminutas moscas. Mientras la ciudad es sitiada es posible recordar la reciente ‘Battle: Los Angeles’, pero aquí todo se multiplica, y es en este momento donde vemos a Michael Bay haciendo lo que mejor sabe hacer, es decir, desatando las más alocadas secuencias de acción dentro de un inigualable espectáculo visual capaz de quitar el aliento tras cada ataque, los cuales vienen acompañados de una estupenda banda sonora de Steve Jablonsky, quien claramente se ha inspirado en ‘Inception’, pero que a pesar de esto logra que cada nota empuje aún más la adrenalina de la audiencia.

El mayor de los aciertos de Bay es que todo esto lo hace con mano firme…literalmente, ya que su conocida shacky cam se tranquiliza capturando hasta el mínimo detalle de estos robots mientras se golpean, disparan, saltan, vuelan, explotan y sobretodo cuando se transforman, ya sea todo esto a altas velocidades o con cámaras lentas, momentos en los que definitivamente el director le da sentido a la utilización de la tecnología 3D, ya que estas es una de esas ocasiones en las que se nota el compromiso con esta “moda”, la cual aquí logra sumergirnos dentro de la pantalla haciendo olvidar el hecho de tener unas gafas encima.

Los humanos tienen sus momentos, y entre un patriotismo trillado y diálogos flojos, todos luchan codo a codo junto con los Autobots, protectores de la raza humana quienes también llegan a sentir el temor de la guerra, después de todo estos enemigos no tienen piedad por nada ni por nadie. Fácilmente se puede decir que toda la segunda mitad de esta película es un épico enfrentamiento, de esos que dejan agitados, y que sin duda marca el descubrimiento del tono y estilo que debió caracterizar a estas películas desde un inicio.

Después de largos 160 minutos el frenético enfrentamiento llega a su fin y aunque la llegada del intenso climax de casi una hora pudo haber tomado menos tiempo, realmente toda la acción desatada es lo que hace que esta película valga la pena, ya que con sus defectos y aciertos, hay que entrar a la sala sabiendo que esta es una película de Michael Bay a la cual hay que quererla como el entretenido show cinematográfico que todo verano se merece tener entre sus filas, y que en esta ocasión deja en claro que esta última película es realmente la segunda parte que se merecía esta franquicia.

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